A lo largo de los siglos, han sido muchísimos los artistas, estudiosos y filósofos que han intentado explicar con palabras y expresiones lo que significa el amor. Cada cual lo ha hecho a su manera, y desde luego algunos han conseguido pasar a la historia gracias a canciones, poemas, novelas, películas o cuadros inspirados en ese sentimiento. Solo que cada vez nos estamos dando más cuenta de que ese amor que se romantiza en el arte y la cultura no es tan real. O al menos, no es el único que se siente cuando estamos enamorados de otra persona. De hecho, el amor es una emoción que se basa en la percepción propia, pero que está construida en base a lo que hemos aprendido como sociedad. Y esto hace que se trate de homogeneizar algo que, en realidad, es personal y distinto para cada individuo. Cada uno de nosotros sentimos el amor de una manera diferente.
Y es que si seguimos romantizando ese concepto aludiremos a un vuelco al corazón, a quedarnos sin respiración o a las famosas mariposas en el estómago. Sin embargo, eso que llamamos amor tiene mucho más que ver con la química y la biología que con puras emociones que surgen de manera espontánea. Todo ocurre en nuestro cerebro, y antes de enamorarnos perdidamente de alguien, lo que existe es una atracción pura y dura, física en la mayoría de casos. Nos puede atraer alguien por su actitud, por su conocimiento, incluso por su voz, pero el físico es lo primero que nos llega. Esto desmitifica en parte ese concepto de que el amor es ciego, algo estúpido por otra parte, pero nos deja claro que sin atracción sexual, lo demás ni siquiera puede surgir. ¿O es que pretendes llevarte toda la vida con alguien que ni siquiera te atrae físicamente? Hay relaciones platónicas que pueden funcionar sin contacto físico, pero en una relación de pareja, el sexo es casi tan importante como el propio cariño que los dos se tengan. Y aunque queramos seguir regando de versos románticos cada aniversario, sabemos que en cuanto el sexo comienza a fallar, todo lo demás se tambalea.
Un tema tabú
Y es que el sexo, a pesar de su importancia en las relaciones de pareja (y en la vida en general), sigue siendo aún hoy en día un tema tabú del que no se suele hablar. De hecho, sentimos vergüenza al comentar este tipo de temas porque los consideramos privados. Pero la represión llega a tal punto que, cuando hay problemas sexuales dentro de la pareja, ninguno de los dos parece darse cuenta o querer hablar para solucionarlo. Se dan fallos de comunicación, por tal de no herir sentimientos, o de no afrontar una realidad que puede ser aterradora. ¿Y si hay que buscar ayuda externa y ponernos delante de un desconocido a hablar de nuestra intimidad? Muchos piensan que este tipo de problemas sexuales con cosas menores, o que acabarán solucionándose por sí solos con el tiempo. Pero mientras tanto, su relación se resquebraja al no poder disfrutar de momentos de placer intensos y especiales.
Diferencias entre hombres y mujeres
De la misma forma que el amor es, en parte, un constructo social, el sexo también tiene esa visión que se nos escapa de forma individual. A pesar de haber sido y seguir siendo un tabú, la sociedad también nos indica cómo deben ser nuestras relaciones sexuales. En un sistema como el nuestro, donde el hombre debe llevar siempre la iniciativa y demostrar que es un macho alfa, los problemas sexuales masculinos son un tema muy grave. De hecho, sufrir de disfunción eréctil o eyaculación precoz, dos de los problemas más habituales, es para muchos un signo de debilidad o de poca hombría. Esto hace que en muchas ocasiones, los mismos hombres que lo sufren se nieguen a reconocerlo y como tal, no pueden llegar a solucionarlo jamás.
Para las mujeres es muy parecido, aunque en su caso no afecta tanto a nivel social como personal. Su papel en el sexo, hasta hace no mucho, era de simple sumisión al hombre. Esto, por fortuna, ya está empezando a cambiar, pero cuando hay problemas íntimos, ellas también se encuentran con esa barrera social que les impide hablar del tema con claridad. Los problemas de los hombres suelen tener un origen más emocional o psicológico, mientras que para las mujeres son algo más físico. Sequedad vaginal, dolores durante el coito… También falta de deseo sexual, en algunas chicas que han crecido reprimiendo precisamente ese tipo de instintos, al pensar que eran algo “sucio”, y que al llegar a la edad adulta se encuentran con esa incapacidad para sentir un deseo verdadero y disfrutable.
Todo tipo de terapias
Por desgracia, problemas sexuales hay muchos en estos días, donde el estrés y la ansiedad no hacen más que sumar condiciones de peligro para que se den. Eso sí, como suele decirse, todo tiene solución en esta vida menos la muerte. La sexología ha ido ganando terreno en las últimas décadas, y son muchos los expertos y expertas que han logrado diseñar terapias para solventar la mayoría de problemas sexuales. Existen muchísimas formas de afrontarlos, tanto por la vía psicológica como por la física, ayudándonos con fármacos o remedios naturales, con sesiones de terapia de pareja… El objetivo es lograr que cualquier persona solvente sus problemas y tenga una vida sexual plena y satisfactoria, algo vital para su felicidad.
Lo más complicado siempre es dar ese primer paso para asumir que el problema que tenemos nos afecta directamente, y dejar atrás los tabúes para intentar solventarlo. Las terapias pueden llegar a ser caras, eso no lo vamos a negar, pero hay que pensar que estamos invirtiendo en salud, en tener una vida mejor, en auténtica felicidad. De hecho, hay muchos hombres que se sorprenden al acudir a terapia y darse cuenta de que la mayoría de problemas que tienen son psicológicos, por ir reprimiendo aquello que sienten. Es algo habitual que a los varones se les enseña desde que son muy niños. No se llora, no se muestra debilidad… Todo eso se reprime hasta que empieza a provocar problemas tanto físicos como emocionales, que muchas veces pueden afectar a la vida sexual.
La salud mental es clave
Cualquiera que haya tenido problemas sexuales podrá asegurar, casi con toda seguridad, que la época en la que más le afectaron fue cuando más estrés sufría. La ansiedad y los problemas de deseo están estrechamente vinculados, porque al final es nuestro cerebro el que nos manda esos impulsos morbosos. La salud mental es fundamental no solo para tener una buena vida sexual, sino para disfrutar de una vida plena en sí. Cuando estamos tranquilos, cuando nos quitamos de encima el estrés, cuando logramos fluir con las cosas que nos pasan, todo es mucho más sencillo también en el sexo. El placer sexual, de hecho, ayuda a mantener ese estado de tranquilidad y paz mental que tan bien nos viene muchas veces, para evitar caer en situaciones desagradables. Por eso es imprescindible mantener el estrés a raya.