El amor a primera vista existe, solo que no es amor, o al menos tal y como entendemos ese concepto de forma romántica. Cuando vemos a alguien por primera vez y en ese momento sentimos una oleada de emociones, es nuestro propio cerebro alertándonos de que algo está pasando. Una punzada de deseo, más bien. De atracción física, porque al fin y al cabo, no conocemos de nada a la otra persona. Cuando estamos en la discoteca y nos cruzamos con alguien que nos resulta llamativo. Cuando hemos quedado en un grupo grande y nos presentan a un chico o a una chica que nos llama la atención. Esa primera impresión puede llegar a ser decisiva para prender algo más en nuestro interior. Porque por más que muchas veces queramos ocultarlo, o dejarlo en un segundo plano, la atracción meramente física existe, y eso no nos hace más superficiales. El ser humano es también un ser sexual, y no podemos reprimir del todo ese instinto que nos lleva a interesarnos por las personas que nos parecen más sensuales. La atracción o deseo sexual es uno de los pilares básicos sobre el que debe conformarse una relación.
De hecho, es el único que seguramente no falte en ningún tipo de relación íntima, ya sea un matrimonio de décadas casados o ese polvo de una noche que tanto nos gustó. En ambos casos, el denominador común era la atracción física que sentíamos por la otra persona. El vínculo emocional puede ser más fuerte e incluso más decisivo, pero también tarda más en formarse, porque necesita de mucho más tiempo para que las personas se conozcan. La atracción sexual se da casi al instante, aunque también puede estar canalizada a través de otras muchas conexiones. No nos enamoramos de alguien en un primer momento, pero sí que nos gusta desde el primer vistazo. Y de hecho, para muchas personas ese filtro es importantísimo, porque muchas veces descartamos a posibles compañeros por el mero hecho de que no nos gustan. Y no es malo, ya que una relación de pareja entre personas que no se atraen no es más que una amistad que quiere ser algo más y no puede.
Cómo surge el deseo
Cuando conocemos a alguien que nos parece atractivo, en nuestro interior se desatan ciertos sentimientos, ciertas emociones muy concretas. Notamos que alguien nos gusta, incluso antes de ser conscientes de cuál es su atractivo. Y es que nuestro cerebro está preparado para realizar un juicio ultra rápido a cualquier persona que conozcamos, solo por la manera en la que viste, por la forma de su nariz o por su olor. Son detalles que marcan la diferencia, y de hecho, como seres humanos hemos gastado mucho tiempo y esfuerzo en mejorar nuestro atractivo. Esto no solo sirve para el deseo sexual, sino para causar una buena impresión en cualquier relación social que tengamos. Nos da cierta ventaja sobre los demás, y por eso tratamos de destacar.
En cuanto al mero deseo sexual, surge de manera totalmente independiente al deseo romántico. Es decir, que nos puede atraer perfectamente una persona con una personalidad tóxica, a la que detestemos por cómo nos trata. Es cierto que, en estos casos, nuestra propia voluntad de alejarnos para no sufrir hará que el atractivo físico no tenga tanta importancia en nuestras decisiones. Sin embargo, muchas parejas siguen juntas solo por esa atracción que sienten. Es como una droga, en realidad, ya que los efectos que produce en nuestro cerebro y nuestro cuerpo esa atracción pueden ser brutales. El deseo nace a partir de muchos factores, desde el olor al cabello, la forma de vestir, de formas subconscientes, para luego ser canalizado hacia algo relativamente lógico.
La atracción física no tiene que ver con la personalidad
En muchas ocasiones, las personas que no son tan agraciadas físicamente, o sienten que no son tan hermosas, protestan por la superficialidadde la sociedad. Los guapos triunfan más, dicen, aunque solo tengan un buen cuerpo o una cara bonita, y se les haya olvidado curtir su personalidad. Es una queja recurrente pero, en cierto modo, también muy hipócrita. El ser humano no puede decidir quién le atrae físicamente, es algo que hacemos de forma totalmente involuntaria. La sociedad tiene mucha culpa de que nos sintamos principalmente atraídos por un perfil de hombre o mujer, pero eso también es muy relativo. La personalidad llama la atención y también es importantísima para atraernos, sobre todo el humor. Pero estamos hablando de un primer vistazo, de un primer cruce de miradas, sin saber nada del otro.
¿Somos más atractivos si canalizamos nuestra personalidad en nuestro aspecto? Evidentemente, esto puede ayudarnos bastante. Por ejemplo, escoger un tinte de pelo muy llamativo ya nos dará una idea de que esa persona es valiente, segura de sí misma, y no duda en llamar la atención. Un look más conservador y básico también nos puede hablar mucho de la personalidad de esa persona. La atracción física se basa en numerosos factores, y en parte podemos controlarla, incluso a través de la seguridad que tenemos al caminar o al mirar a otras personas. El lenguaje no verbal en este sentido es una de las mejores armas de las que disponemos, para crear esa atracción o al menos reforzarla. Y se puede hacer de forma general, aunque luego haya chicas o chicos que queden al margen de nuestros encantos.
Profesionales y actrices porno, el ejemplo perfecto
El atractivo físico es, a todos los efectos, una ventaja en el mundo en el que vivimos. Tal vez porque la sociedad ya no tenga miedo a mostrarse superficial. Tal vez porque a estas alturas ya sea imposible negar que las personas atractivas cuentan con ciertas ventajas sobre el resto de la población. Y es que nadie puede ganar dinero siendo un tipo normal y corriente, pero si tienes un buen cuerpo y sabes posar, la carrera de modelo o influencer puede ser un gran trampolín. De hecho, hay muchos oficios en los que el atractivo físico es indispensable. Hablamos del modelaje, pero también de los actores, incluso de las profesionales del placer, donde gran parte de lo que ofrecen radica en su atractivo físico y sexual.
Es cierto que habrá actores y actrices no tan atractivas pero que gracias a su talento han llegado muy lejos. Sin embargo, suelen ser la excepción. La gente quiere ver a chicos y chicas guapas en las series y las películas. Lo mismo ocurre en el porno. Esas actrices no suelen ser chicas naturales, de las que vemos todos los días por la calle. Son fantasías sublimadas de los hombres, ejemplos perfectos de cómo la atracción física puede serlo todo en una relación esporádica. Muchos hombres desean a esas mujeres por el simple hecho de que son hermosas y tienen mucho morbo. Da igual si no las conocen personalmente, si no tienen nada en común en cuanto a sus gustos. Lo que les interesa es que son atractivas y con eso es suficiente.